La mitad del territorio de España, aproximadamente, está catalogado como forestal y se caracteriza por ser potencialmente arbolado. De toda esta superficie forestal el 11% presenta algún tipo de protección, dependiente en gran medida de la figura de protección que tenga el monte en el que se encuentra.
La Ley 43/2003, de Montes (núm. 280, BOE), es la que regula la conservación y protección de los montes españoles, promoviendo su restauración, mejora, sostenibilidad y aprovechamiento racional.
Entre otros aspectos de la ley, se presenta la necesidad de realizar Inventarios Forestales al menos cada 10 años, con el fin de obtener la mayor información posible sobre la cantidad de recursos madereros disponibles en todo el territorio nacional, del mismo modo que su evolución, capacidad productora y estado de conservación. También son necesarios tales inventarios, para llevar a cabo una correcta planificación forestal y con ello una gestión forestal sostenible, así como un correcto aprovechamiento de los recursos.
La Dasometría forma parte de la Dasonomía (Ciencia de los Bosques), y esencialmente se utiliza de medir y calcular masa forestal de un monte. Tiene numerosas aplicaciones ambientales, pero principalmente se utiliza para Inventarios Forestales.
Para ello, se eligen unas parcelas representativas del bosque, unas de solana y otras de umbría. Posteriormente se realizan las mediciones y, suponiendo que el resto del monte sea igual o equivalente, se calcula el total de superficie arbolada, la densidad de masa forestal, la cobertura, el área basimétrica y espaciamiento medio.
Con la información de los Inventarios Forestales sabemos que los ecosistemas forestales de España ocupan un total de 16.280.281 ha, de las cuales un 29% es superficie arbolada (casi 15 millones de ha) y un 23% desarbolada (aproximadamente 12 millones de ha). Las coníferas ocupan 5,7 millones de ha, las frondosas 5,2 y los bosques mixtos un poco menos, 3,9.
La provincia con mayor extensión de monte es Cáceres, seguida de Badajoz, Cuenca y Huelva. Las provincias más escasas en superficie forestal son Almería, Alicante y Las Palmas. Sin embargo los ejemplares arbóreos más altos y más gruesos se encuentran en Lleida, Girona, Barcelona y Navarra, estando los más pequeños y más finos en Sevilla, Valladolid, Alicante y Las Palmas.
En total, en España encontramos una biomasa arbórea de 683 millones de metros cúbicos, de los cuales la mayor parte se encuentran en las provincias de Navarra, continuada por A Coruña, Asturias, Lugo y Lleida, en realidad todo el norte de España es más frondoso, siendo el sur más seco y más explotado para la agricultura.
En los últimos años, se han ido mejorando las técnicas y los instrumentos de análisis, por lo que estos estudios son mucho más amplios y exactos. También se han mejorado los planes de uso y gestión forestales, del mismo modo que se han incrementado las medidas protectoras de los montes, lo que ha supuesto una explotación sostenible de recursos naturales de los bosques. Se han llevado a cabo planes de reforestación, con un incremento anual de madera de más de 30 millones de metros cúbicos, la mayoría en A Coruña, Asturias, Luego, Navarra y Pontevedra.
Mediante la plantación de árboles para la extracción de madera se consigue una mejor conservación de los bosques autóctonos. Los cuatro especímenes que tradicionalmente más se han utilizado en reforestación han sido: eucalipto y tres especies de pino (Pinus pinaster, Pinus silvestris, Pinus insigne), ya que son árboles que crecen rápido y son relativamente grandes, proporcionando buenas cantidades de madera.
En los últimos años se ha visto un resurgimiento de especies del género Quercus en lugares donde se pensaba que ya no iban a existir más bosques de este tipo, porque se habían talado por completo. En su lugar, a causa de los planes de reforestación, se habían plantado principalmente pinos, para no dejar el monte desnudo. Además de las ventajas de realizar plantaciones de especies autóctonas, resulta que toda la familia Quercus tiene una característica muy peculiar, y es que no hace falta que haya semillas para resurgir, si en profundidad quedan raíces y hay unas condiciones ambientales favorables, puesto que rebrotan. Esto está sucediendo mucho en lugares como la Sierra de Guadarrama y el Valle del Lozoya (Rascafría-Madrid).
Con esta medida se han conseguido recuperar algunas especies muy explotadas desde la Revolución Industrial y que habían desaparecido de muchos de nuestros montes. Como es el caso de la encina (Quercus rotundifolia y Quercus ilex), el roble (Quercus robur) o el melojo (Quercus pinea), los cuales, además de las ventajas que proporcionan a los ecosistemas, aportan una madera muy cotizada, puesto que tiene un alto poder calorífico y es bastante resistente. El problema es que tardan mucho tiempo en crecer y en ensanchar el tronco.
Gracias a este tipo de medidas y a la implantación de los Planes Forestales, España es capaz de autoabastecerse en gran medida de madera y leña, aunque todavía sea preciso importar para las industrias de papel y conglomerados, entre otras. También somos el 2º exportador mundial de corcho, aunque en los últimos años, este aspecto se haya reducido a causa de la introducción de “corcho” sintético. Y, como ya se ha mencionado, la ventaja no solo es económica sino también ambiental, recuperándose con esto parte de las especies potenciales y autóctonas de nuestros bosques.
Mapa del inventario forestal obtenido en magrama.